SANTA ROSA, 24 MARZO 2015

Oración: Mt 28, 16 – 20
Lectura EG 1 a 3

El primer fruto del encuentro es el encuentro mismo. Quiere ser signo y modelo de un nuevo modo de trabajo diocesano. Después de más de un año de estar en la diócesis, si tuviera que elegir una palabra que expresara, como si fuera una foto a la diócesis, diría “la ATOMIZACION”. Una palabra que tiene mucho que ver con lo que nos presentara el Papa Francisco para esta Cuaresma, acerca de la INDIFERENCIA, y que muchas veces hace infecundo tanto esfuerzo y tanta tarea. Y ante la realidad de la indiferencia, el Papa nos propone con el apóstol Santiago “fortalezcan el corazón”. Y eso, queremos hacer.

Trataré de iluminar un poquito el camino que quisiéramos llevar adelante en nuestras comunidades, y sobre lo cual, luego dialogaremos.
Dos huellas me parece importante destacar e importantes para reconocer. “No esclavo, sino hermano” (lema de jornada de la Paz) y “Fortalezcan sus corazones” (lema de Cuaresma).

Queremos romper la inercia que podríamos justificar de mil maneras. Las distancias en nuestra provincia son muy grandes y nos transformamos en islas. La economía dificulta toda posibilidad de encontrarnos porque nunca nos sobra nada (sin embargo algunas cosas igual se consiguen con otros fines). Los tiempos no nos sobran y el compromiso se hace difícil de mantener, todos tenemos problemas, ¿cómo nos haremos cargo de problemas ajenos (o nuestros)?, a duras penas llegamos con las penurias de nuestras vidas, la gente tiene tantos dramas que no nos queremos meter en más líos. Nos faltan sacerdotes que nos acompañen y nos animen a trabajar como laicos que somos sin que nos clericalicemos. Los sacerdotes dicen que tienen muchas cosas y nosotros no nos animamos a asumirnos como responsables en nuestras comunidades, porque “nadie nos da bolilla”. En nuestras comunidades no se vive la alegría, los chicos no vienen a la catequesis o la Misa porque los papás no los traen. Y así, tantas cosas escuchadas demasiadas veces.
Y es verdad, muchas de estas cosas son verdad, pero también hay tantas cosas buenas, y estas también las no tan buenas, pueden ser oportunidad o transformarse en oportunidad para cambiar y hacer un camino que dé vida a nuestra Iglesia. Dios, no nos pide nada, que no nos lo haya dado primero.

Si hay tanta incertidumbre, desconcierto o desinterés, es bueno preguntarnos:

¿Cómo suscitar el interés?, ¿hay nuevas maneras?,

¿Se puede ser más creativo y eficaz para anunciar la Buena Noticia?, ¿se pueden hacer las cosas de diferente forma, o tan sólo las tenemos que dejar así?.

Estas son algunas de las razones de nuestro encuentro. Al menos preguntarnos, y si es posible encontrar alguna respuesta que nos permita caminar juntos.
Seguro que hay cosas que serán difíciles, otras muy difíciles y otras que nos parecerán casi imposibles. Sobre estas últimas (las casi imposibles), tal vez las tengamos que madurar mucho más desde la oración y esperando el coraje del Señor para meter mano en la tarea.

Pero creo que para Dios, nada es imposible. Y yo lo creo. Me parece ya un logro que juntos, intentemos acercar el bochín dibujando alguna respuesta. Ya charlarlo e intentarlo, es dar un paso. El Papa nos impulsa casi a diario, a la aventura de Dios, a la aventura de esta fe, que se acrecienta dándola y compartiéndola como nos decía Benedicto.

No dejemos que la fe se nos muera. Mañana, con la ayuda de Dios, tiene que ser mejor. No podemos dejar las cosas igual, como si cada uno de nosotros fuera un cero a la izquierda. Somos hijos de Dios, sujetos de esta historia, hacedores de un mundo nuevo en el que Jesús quiere contar con cada uno de nosotros.

A veces, podemos bajar los brazos porque estamos medio separados, aislados, y porque tenemos distintas miradas, distintas formas de ver las cosas. Pero hay mucho más de común que de distinto, y es bueno también que así sea, y que lo diverso, enriquezca la unidad. Si así no fuere, lo distinto es tan distinto que divide. Pero eso, no es de Dios.

También aquí, nos toca a todos hacer un proceso de conversión personal (los laicos, los curas, el obispo, todos), para que nuestra Iglesia particular tenga vida y vida en abundancia.

Detrás de esta conversión personal, conversión del corazón, vendrá la conversión pastoral. Se nos pide sembrar, trabajar la tierra, cuidar la semilla de los yuyos, regar, si está en nosotros,…, pero seguro que a Dios, le toca dar el crecimiento. No bajemos los brazos. “Está Él”. Somos su pueblo, somos sus hijos.

Necesitamos poner ejes para este año. Año de vida consagrada junto a toda la Iglesia de Dios, año vocacional desde el 1 de Mayo fiesta de San José Obrero, tiempo fuertemente misionero como nos comprometimos en Aparecida, tiempo para rezar y reflexionar sobre la familia junto al sínodo, tiempos para reconocer y fortalecer la vocación laical, que es vocación plena de los discípulos misioneros del Señor.

Nos toca vivir un tiempo privilegiado de la Iglesia, que desde Aparecida como aterrizaje del Concilio Vaticano II, la persona del Papa Francisco, una América Latina, fuerte, viva, con una juventud esperanzadora nos da razones para luchar cada día sin desalentarnos, porque Jesús quiere contar con cada uno de nosotros.

Quiero comprometerlos en primer lugar a rezar todos y cada día por nuestra diócesis, especialmente por los más sufrientes tantas veces escondidos, por las vocaciones porque necesitamos vidas entregadas a tiempo completo para anunciar al Señor y acompañar a su Pueblo, por las vocaciones laicales comprometidas fuertemente transformando el mundo con tiempos, talentos y dineros. Todos necesarios para andar.

Al lema de nuestro encuentro, lo tomamos de Santa Teresa de Jesús, de cuyo nacimiento vamos celebrando sus 500 años, de uno de sus poemas.

“Para Vos nací, qué mandás hacer de mí”.

¿Qué querés que haga Señor?, ¿cuáles son tus sueños sobre mí, sobre tu Iglesia?.

Podríamos responder con sencillez: “hagámonos cargo todos de todos, que nadie se quede en el camino. La gracia, la fuerza y el favor de Dios, no nos va a faltar, marchemos juntos, no nos cortemos solos”.

Sabiendo que como diócesis, somos providencialmente familia, pidamos a Jesús el regalo de la COMUNION. Que recordemos aquellas palabras simples que nos decía el Papa para vivir lo cotidiano: PERMISO, GRACIAS, PERDÓN, desde las cuales iremos caminando y construyendo de la mano de actitudes como el ENTUSIASMO, la ALEGRIA, la CERCANIA, y la MISERICORDIA, como fundamento de todas ellas.

No vinimos a una conferencia, sino a acordar, a trabajar juntos para buscar juntos los caminos para encontrarnos, a conocernos más y ayudarnos a crecer siempre en el ejercicio del diálogo, a disentir, a coincidir y a consensuar.

Tenemos como Iglesia Pampeana que ir multiplicando modos de diálogo sintiéndonos parte de algo que es nuestro, donde cada uno, desde la propia realidad, también tiene que hacerse cargo.

Queremos que en todas las instancias, espacios eclesiales, comunidades grandes o pequeñas, comunidades educativas, o núcleos pastorales, hagamos siempre el camino del encuentro y del diálogo, para que a pesar de las realidades existentes, busquemos los mismos objetivos.

Nunca nos podemos sentir solos, porque no lo estamos, Dios está con nosotros y nos llama a trabajar y a la vida plena.

Y si a veces nos pudiéramos sentir solos, acudamos al sacerdote, al obispo, al hermano, estamos todos, para servir.

Les propongo ahora trabajar, con una mirada agradecida al Señor que nos ha hecho hermanos y nos ha traído en su providencia, con una mirada astuta como enseña el Evangelio, con el coraje de los que se saben hijos de Dios, constructores de la civilización del amor, como decía san Juan Pablo II.