Apertura de la Puerta de la Misericordia

El Domingo 13 de Diciembre se realizó la apertura de la Puerta Santa en la Iglesia Catedral de Santa Rosa. La celebración estuvo presidida por nuestro padre Obispo Raúl Martín junto con los sacerdotes de esta ciudad .

Les compartimos la homilía de nuestro obispo: 

Como lo hiciera el Santo Padre Francisco en el Vaticano, en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, hoy hemos abierto en nuestra Catedral y en nuestra Diócesis, la Puerta Santa de la Misericordia.

Un gesto sencillo, abrir una puerta que en nuestra costumbre siempre está abierta. Hoy, puesto de manifiesto con cierta particularidad, con solemnidad, quiere decirnos mucho. Quiere hacernos tomar conciencia, y expresar así nuestra voluntad, de no llegar como de ordinario, sino desde un empeño, una actitud, una voluntad comprometida y reconciliadora, para recibir el inmenso regalo del amor perdonador y salvador de Dios. Es extender los brazos del corazón para abrazarnos a Jesus.

Este Dios todopoderoso, que manifiesta su poder en la misericordia y el perdón, nos invita a dejarnos mirar por El, nos invita a dejarnos misericordiar por El, ..., para que nosotros, hagamos lo mismo también.

Cruzar hoy, y cada día de este Año Santo, este umbral jubilar, como el las otras Iglesias Jubilares, se hace camino de sanción, de reconciliación, de encuentro, de conversión. Se hace camino de Vida Plena ofrecida y recibida desde la grandeza del Dios Bueno, y la pobreza del hombre pecador, que necesita ser sanado, y de un Dios que nunca se deja ganar en generosidad y sale a primerearnos en el amor.

"Te alabo, Señor del cielo y de la tierra, porque le revelaste estas cosas a los pequeños". Queremos todos, hacernos sujetos de esta alabanza de Jesús a su Padre, queremos contarnos entre los pequeños y necesitados, entre los débiles y los pecadores, necesitamos todos tanto, de dejarnos amar por El y ser sanados por El.

Como el hijo pródigo, necesitamos ser esperados y recibidos, sabiendo que el Padre misericordioso, siempre nos está esperando para abrazarnos junto a su corazón y que lejos de reprocharnos tantas veces alejados, hace fiesta y se alegra inmensamente, porque el hijo muy amado ha vuelto a casa, ha vuelto a su casa.

Necesitamos como el hijo mayor, al quejarse a su padre con recelo, animarnos a escuchar la sabías palabras cargadas de paternal ternura: "hijo mío, vos siempre estás conmigo, alégrate porque tu hermano estaba perdido y ha sido encontrado". Hacernos sencillos y alegres para disfrutar del convite del Señor, sin quedarnos a la sombra de la indiferencia infecunda y triste que oscurece nuestra vida y la degrada.

Como el buen samaritanos queremos también nosotros, hacernos responsables del dolor y la pobreza del hermano.

Queremos cargarlo sobre nosotros y vendarle las heridas, ungirlo con el aceite de la alegría. Queremos ser también esas manos que expresen la ternura y la compasión, el perdón que se adelanta, la reconciliación, sin preguntar por qué paso, sin buscar razones para amar, sino tan sólo amar. Sin buscar razones para perdonar sino hacerlo, porque el Señor tampoco nos pide razones para perdonarnos, solo nos pide el estar arrepentidos. "Perdona Señor nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden".

Nos dice el Papa que "el perdón, es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza". Una fuerza que resucita,..., ¡cuánto necesita nuestra vida de ser resucitada!.

Cruzar la Puerta Santa, es querer abrir la puerta del corazón al amor misericordioso del Señor, que se derrama incesantemente en todos los que queremos dejarnos sanar por Dios. Será entonces, una profunda experiencia de encuentro con el Dios de la Misericordia, el Dios Vivo, que "quiere que todos los hombres se salven".

"Dichosos los misericordiosos porque alcanzarán misericordia" nos dice el Evangelio. Es la bienaventuranza en la que debemos inspirarnos cada día de este Año Santo y que se ofrece como camino para hacernos más semejantes a Jesús que nos llama a ser "misericordiosos como el Padre".

Es animarnos a acercar nuestro vida a la vida de los más sufrientes, a los pecadores, a los que no conocen a Dios. Es ponernos en sus zapatos, es llorar con los que lloran y reír con los que ríen, buscando al Señor. Es aprender a mirar como Jeus mira.

Es adelantarnos a tratar de comprender a los demás para ayudarlos y tenderles una mano, evitando la tentación de ser sus jueces. Es tratar una vez más, de dejar anteponer nuestras razones, para vivir más plenamente la verdad del Evangelio que nos reclama ser testigos del un Amor que no se acaba en las miserias de nuestros egoísmos.

Que María, Madre de la Misericordia, Señora de La Pampa, acerque nuestros corazones al corazón de Jesús, nos enseñe a amar como El, nos abrace junto a su pecho haciéndonos experimentar el amor salvador de Dios, y nos cobije como hermanos bajo el mismo poncho.

He decidido que también otras Iglesias en medio de nuestro Pueblo, así como la Catedral, sean lugar de encuentro de ese amor misericordioso hecho indulgencia plenaria. Estas iglesias, rezando el Credo y por las intenciones del Santo Padre, y acercándonos a confesarnos y comulgar en días próximos a esa visita, son a partir del día de hoy: el Carmelo de Santa María de La Pampa, el Santuario de San José en la Colonia, la parroquia de Santa Teresita de Realico, la parroquia San Juan Bosco de 25 de Mayo, y la parroquia del Sagrado Corazón en General San Martín. Hacía cada uno de esos lugares, llegar peregrinando en cualquier medio, expresa la realidad de nuestra esperanza.

Que las obras de misericordia se multipliquen a nuestro paso, para que como Jesús, pasemos todos, haciendo el bien. Así sea.

+ Raúl Martín.